El cannabis provoca pérdida de memoria, reduce el rendimiento intelectual y altera las capacidades cognitivas de quien lo consume. El consumo crónico de THC o cannabis puede inducir  a la depresión, ansiedad y a cuadros psicóticos.

Consumo

Los poderes psicotrópicos del THC o Cannabis, un derivado extraído de la planta del cáñamo ‘Cannabis sativa’ se deben fundamentalmente al delta-9-tetrahidrocanabinol (THC).

Esta sustancia normalmente se consume fumándolo en forma de cigarro o «porro», si bien también puede ser consumida de forma oral o ingerida.

Si se fuma el THC llega rápidamente al cerebro a través del torrente sanguíneo, con lo que los efectos se presentan a los pocos minutos, llegando a durar  hasta dos o tres horas. Si se consume masticado, la cantidad de  THC que alcanza el cerebro es menor y tarda más en hacer efecto, porque se absorbe más lentamente.

Como explica Amador Calafat, psiquiatra y director de la revista ‘Adicciones’, en las últimas décadas se ha extendido la creencia que los porros no producen ningún problema a nuestro organismo dando «la sensación de que el cannabis es inocuo. Y parecía que el que no se tomaba un porro no se enteraba de lo que era bueno». No es por esto ninguna casualidad que sea la droga ilegal más consumida en todo el mundo; En 2003, el 30% de los españoles entre 15 y 64 años declaraba haberla probado alguna vez..

En el Reino Unido, por ejemplo, el gobierno ha endurecido de las multas por consumo de esta droga, aumentando las penas de prisión para los consumidores y «proteger la salud de la gente joven».

Riesgos conocidos

Los científicos han demostrado que fumar porros provoca problemas de concentración y de memoria «teniendo efectos devastadores en el futuro de “algunos” jóvenes, porque les pilla en la mejor época de la vida para estudiar. Muchos de ellos experimentan dificultades de aprendizaje y abandonan los estudios antes de tiempo».

Existen estudios que demuestran que algunos de los consumidores pueden recuperar capacidades en parte al abandonar el hábito y salir del consumo crónico que presentan.

El consumo habitual puede provocar dependencia y adicción (entre el 7% y el 10% de los casos) y existen evidencias que demuestran que las formulaciones modernas tienen mayor concentración de THC que el cannabis que se fumaba en los años sesenta.

Un reciente informe elaborado por expertos de la Oficina de Control de Drogas de la Casa Blanca (EEUU), advierte de que los adolescentes que fuman marihuana tienen hasta un 40% más de riesgo de sufrir depresión, ansiedad, psicosis (alucinaciones) o algún tipo de enfermedad mental; especialmente en el caso de las chicas.

Otros estudios aseveran que el consume de porros cambia la estructura de las células del esperma, deformándolas. En las mujeres puede alterar el ciclo menstrual.

El consumo elevado de THC provoca un alteración en el reflejo del vómito causando en algunos consumidores “Cannabinoid Hyperemesis Syndrome: Cyclic Vomiting”. Esta patología de reciente descubrimiento, se presenta de forma cíclica. El paciente experimenta fases de vómitos que llegan a durar horas, necesitando asistencia médica hospitalaria en muchos casos. La única forma hasta ahora demostrada de recuperarse de esta patología es cesando el consumo completo de TCH.

Durante el embarazo, el consumo provoca que el bebé tenga menos peso de lo normal. Durante el desarrollo se observa una disminución de la iniciativa, capacidades resolutivas disminuidas, disminución de la concentración. Los estudios también sugieren que el consumo prenatal provoca mayor riesgo de leucemia en los niños.